This one of the weirdest things I have ever come across regarding Nadal and Federer. A kind of socio-political analysis of the encounters between these two, in an unusually extravagant style.
Unfortunately for most members the article is in Spanish, but I will see if I can do a translation soon. From the way the person writes, he must be from Spain. This is apt to displease both Federer and Nadal fans. He presents the usual view of Federer as an angelic, aristocratic handler of the game, so used to win easily and effortlessly, full of grace, but unable to handle the primitive, simian-like, working-class force of Nadal (whom he calls a monkey) who not only must make a tremendous effort to win, but *enjoys* making a tremendous effort to win. The article ends with what Mirka seems to be saying to Federer (with her eyes) while he weeps during the ceremony:
"His fat Tyrolean [Mirka] watches him from the stands but cannot go there to console him. My loooove, she seems to say with her eyes, my poor child. I am with you my love, I am with you in your decadence. We will live a long life, and we will have children, and we will drink the milk of Swiss cows, and eat chocolate, far, very far away from these evil men, away from this rabid monkey who has stolen what is yours and only yours."
"Su gorda tirolesa le observa desde el palco y no puede acudir a consolarle. Mi amooor, parece decirle con la mirada, mi pobre infante. Estoy contigo, mi amooor, estoy contigo en tu decadencia. Viviremos una vida larga y tendremos hijos y beberemos leche de vacas suizas y comeremos chocolate, lejos, muy lejos de estos hombres malos, de este mono rabioso que te ha quitado lo que es tuyo y solamente tuyo."
The blog after that is on Verdasco and the beneficial effects of Ivanovic in making him finally realize his potential:
El llanto de Rogelio: http://tinyurl.com/d2qcrk
Soy fan del tenis que despliega la raqueta de Federer. Por eso me duele verlo llorar como un infante. (Es un mal final para un deportista excelente; como aquel cabezazo de Zidane. Aunque, tal vez, un arranque de mal genio y juego sucio es menos lacerante que el llanto desconsolado de un tenista admirable y medroso a partes iguales.)
Es importante el atractivo que ejercen los contrarios. (En general, se entiende.) Borg era lo opuesto de McEnroe: el fuerte contra el genio, el cuerpo contra el alma, la roca contra el agua. El americano fue el final del sueco, su destierro de la cima del deporte, el derribo del fuerte. Federer y Nadal son lo contrario. El suizo representa el tenis sencillo, elemental, claro, confortable, tranquilo. Nadal representa el esfuerzo, el paroxismo, la mueca de dolor, el arrebato, la efervescencia, el encono. Federer es ligero, Nadal pesado, robusto como un toro de lidia. Nadal es primitivo, crudo; Federer civilizado, refinado, edulcorado. Nadal resiste en la adversidad; Federer parece un puto cobarde que, si no gana con comodidad, permanece en la inopia hasta que se le va el partido. Rogelio es como un angelote, inocente y candoroso. No lo entiende, su tenis maximalista no funciona contra un mono de insistencia, una pared, una tapia, una cerca, un dique. Rogelio no es solamente un hombre, es "el hombre", el tenis humanista, creativo, hecho de arte y naturalidad. En un discurso social, Nadal representa el pueblo, la fuerza de la clase trabajadora, el proletariado, torvo e intratable; Federer, en cambio, representa la aristocracia, la estirpe, tarugo de alta alcurnia que llora cuando se le arrebata el puesto. No batalla, el suizo, no tiene costumbre y tal vez por ello no sabe, se pasea; su tenis es "de paseo", por ello me gusta. Cuando gana con comodidad es de justicia divina: gana la elegancia, la fluidez, la belleza, ganan las alturas, ganan los dioses, el prototipo imposible, perfectamente ajustado, la marca del monocordio, como si nada. Casi es como observar una pintura de Vermeer, el dibujo en el ala de una mariposa, un conjunto de elementos en sublime equilibrio inestable, en el que cualquier ligero desafuero provoca el desastre. Nadal, al contrario, se parece a la modernidad picassiana, en la que la aspereza del trazo funciona conforme a la suma, la insistencia, el resumen, el extracto. Sus enfrentamientos son siempre el mismo partido: el monarca del estilo, Federer, es llevado hasta el paroxismo, en el que Nadal sobrevive mejor, es su ambiente. No entiendo que no se intente nada, que en once finales perdidas contra Nadal no haya hecho los deberes, no se lo haya estudiado, como hiciera McEnroe cuando empezaba a perder contra Lendl de manera demasiado continua. El loco neoyorquino se hizo un esquema y supo ver la zona del cuadro en la que el checo de hierro flaqueaba. Los reveses liftados a una mano soportan mal las bolas altas. El esquema de McEnroe le sirve a nuestro Nadal, pero con un cariz de juego distinto. El americano atacaba por ese flanco al checo, le entraba por el costado izquierdo hasta la red, como un kamikaze, buscando angulaciones suicidas. Nadal se defiende de los ataques de Federer insistiendo por ese ala. Una vez y otra y otra y otra y otra. El suizo siempre empieza los partidos con esa sonrisita de tipo simpaticote, con la seguridad de que su gran estilo se debe imponer por justicia moral. Hasta que entra en la espiral del paroxismo, poco a poco, juego a juego. Sabe que puede, pero en el momento postrero el mono insiste, mete el brazo sin gracia, sin estilo, como buenamente puede, forzando una postura impropia de cualquier caballero que se precie. Nadal perturba con insistencia el paseo de Federer. El suizo sigue jugando hasta las cuatro horas de partido sin apenas sudar, impecablemente vestido, los azules de su camiseta en perfecto combinado con los de sus zapatillas. Nadal falla muy poco y corre mucho. Nadal suda, gesticula, expone sus muecas de esfuerzo y de dolor. A Nadal le cuesta ganar. A Nadal le gusta que le cueste ganar. Federer se ha mentalizado, sabe que ha de aguantar, no se aleja de su largueza pero sabe aguantar, cree que sabe aguantar. Pero el juego se hace maratoniano y en el final se olvida, no puede soportar esa impostura, no es lo suyo, no se encuentra. Otra vez. Da igual. Y ya van once. Si no fuera por el mono aquel, el gran hidalgo del estilo hubiese acumulado lo que nadie, hubiese sido el Mejor de Siempre, como es de justicia. El cetro le pertenece por derecho inherente, por elegante, por guapo, por tranquilo, por tirado, por claro, por factible, por evidente. El cetro no es suyo por derecho propio, por culpa del mono insistente, su bestia negra, su espada de Damocles. Por ello lo mira un instante durante su discurso de finalista y no puede evitar el llanto. Llora, llora, llora desconsolado. Su gorda tirolesa le observa desde el palco y no puede acudir a consolarle. Mi amooor, parece decirle con la mirada, mi pobre infante. Estoy contigo, mi amooor, estoy contigo en tu decadencia. Viviremos una vida larga y tendremos hijos y beberemos leche de vacas suizas y comeremos chocolate, lejos, muy lejos de estos hombres malos, de este mono rabioso que te ha quitado lo que es tuyo y solamente tuyo.
Publicado por José Montalvá a las 16:56
1 comentarios
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20090131
Sí, pero, ¿quién se folla a Ana Ivanovic?
http://tinyurl.com/bbpd35
Hace tiempo vi jugar por primera vez en la tele a nuestro héroe cotidiano Fernando Verdasco; esa especie de Juan Naide a la española. Eran los cuartos de final o las semifinales de un torneo de no mucha importancia sobre hierba....
Unfortunately for most members the article is in Spanish, but I will see if I can do a translation soon. From the way the person writes, he must be from Spain. This is apt to displease both Federer and Nadal fans. He presents the usual view of Federer as an angelic, aristocratic handler of the game, so used to win easily and effortlessly, full of grace, but unable to handle the primitive, simian-like, working-class force of Nadal (whom he calls a monkey) who not only must make a tremendous effort to win, but *enjoys* making a tremendous effort to win. The article ends with what Mirka seems to be saying to Federer (with her eyes) while he weeps during the ceremony:
"His fat Tyrolean [Mirka] watches him from the stands but cannot go there to console him. My loooove, she seems to say with her eyes, my poor child. I am with you my love, I am with you in your decadence. We will live a long life, and we will have children, and we will drink the milk of Swiss cows, and eat chocolate, far, very far away from these evil men, away from this rabid monkey who has stolen what is yours and only yours."
"Su gorda tirolesa le observa desde el palco y no puede acudir a consolarle. Mi amooor, parece decirle con la mirada, mi pobre infante. Estoy contigo, mi amooor, estoy contigo en tu decadencia. Viviremos una vida larga y tendremos hijos y beberemos leche de vacas suizas y comeremos chocolate, lejos, muy lejos de estos hombres malos, de este mono rabioso que te ha quitado lo que es tuyo y solamente tuyo."
The blog after that is on Verdasco and the beneficial effects of Ivanovic in making him finally realize his potential:
El llanto de Rogelio: http://tinyurl.com/d2qcrk
Soy fan del tenis que despliega la raqueta de Federer. Por eso me duele verlo llorar como un infante. (Es un mal final para un deportista excelente; como aquel cabezazo de Zidane. Aunque, tal vez, un arranque de mal genio y juego sucio es menos lacerante que el llanto desconsolado de un tenista admirable y medroso a partes iguales.)
Es importante el atractivo que ejercen los contrarios. (En general, se entiende.) Borg era lo opuesto de McEnroe: el fuerte contra el genio, el cuerpo contra el alma, la roca contra el agua. El americano fue el final del sueco, su destierro de la cima del deporte, el derribo del fuerte. Federer y Nadal son lo contrario. El suizo representa el tenis sencillo, elemental, claro, confortable, tranquilo. Nadal representa el esfuerzo, el paroxismo, la mueca de dolor, el arrebato, la efervescencia, el encono. Federer es ligero, Nadal pesado, robusto como un toro de lidia. Nadal es primitivo, crudo; Federer civilizado, refinado, edulcorado. Nadal resiste en la adversidad; Federer parece un puto cobarde que, si no gana con comodidad, permanece en la inopia hasta que se le va el partido. Rogelio es como un angelote, inocente y candoroso. No lo entiende, su tenis maximalista no funciona contra un mono de insistencia, una pared, una tapia, una cerca, un dique. Rogelio no es solamente un hombre, es "el hombre", el tenis humanista, creativo, hecho de arte y naturalidad. En un discurso social, Nadal representa el pueblo, la fuerza de la clase trabajadora, el proletariado, torvo e intratable; Federer, en cambio, representa la aristocracia, la estirpe, tarugo de alta alcurnia que llora cuando se le arrebata el puesto. No batalla, el suizo, no tiene costumbre y tal vez por ello no sabe, se pasea; su tenis es "de paseo", por ello me gusta. Cuando gana con comodidad es de justicia divina: gana la elegancia, la fluidez, la belleza, ganan las alturas, ganan los dioses, el prototipo imposible, perfectamente ajustado, la marca del monocordio, como si nada. Casi es como observar una pintura de Vermeer, el dibujo en el ala de una mariposa, un conjunto de elementos en sublime equilibrio inestable, en el que cualquier ligero desafuero provoca el desastre. Nadal, al contrario, se parece a la modernidad picassiana, en la que la aspereza del trazo funciona conforme a la suma, la insistencia, el resumen, el extracto. Sus enfrentamientos son siempre el mismo partido: el monarca del estilo, Federer, es llevado hasta el paroxismo, en el que Nadal sobrevive mejor, es su ambiente. No entiendo que no se intente nada, que en once finales perdidas contra Nadal no haya hecho los deberes, no se lo haya estudiado, como hiciera McEnroe cuando empezaba a perder contra Lendl de manera demasiado continua. El loco neoyorquino se hizo un esquema y supo ver la zona del cuadro en la que el checo de hierro flaqueaba. Los reveses liftados a una mano soportan mal las bolas altas. El esquema de McEnroe le sirve a nuestro Nadal, pero con un cariz de juego distinto. El americano atacaba por ese flanco al checo, le entraba por el costado izquierdo hasta la red, como un kamikaze, buscando angulaciones suicidas. Nadal se defiende de los ataques de Federer insistiendo por ese ala. Una vez y otra y otra y otra y otra. El suizo siempre empieza los partidos con esa sonrisita de tipo simpaticote, con la seguridad de que su gran estilo se debe imponer por justicia moral. Hasta que entra en la espiral del paroxismo, poco a poco, juego a juego. Sabe que puede, pero en el momento postrero el mono insiste, mete el brazo sin gracia, sin estilo, como buenamente puede, forzando una postura impropia de cualquier caballero que se precie. Nadal perturba con insistencia el paseo de Federer. El suizo sigue jugando hasta las cuatro horas de partido sin apenas sudar, impecablemente vestido, los azules de su camiseta en perfecto combinado con los de sus zapatillas. Nadal falla muy poco y corre mucho. Nadal suda, gesticula, expone sus muecas de esfuerzo y de dolor. A Nadal le cuesta ganar. A Nadal le gusta que le cueste ganar. Federer se ha mentalizado, sabe que ha de aguantar, no se aleja de su largueza pero sabe aguantar, cree que sabe aguantar. Pero el juego se hace maratoniano y en el final se olvida, no puede soportar esa impostura, no es lo suyo, no se encuentra. Otra vez. Da igual. Y ya van once. Si no fuera por el mono aquel, el gran hidalgo del estilo hubiese acumulado lo que nadie, hubiese sido el Mejor de Siempre, como es de justicia. El cetro le pertenece por derecho inherente, por elegante, por guapo, por tranquilo, por tirado, por claro, por factible, por evidente. El cetro no es suyo por derecho propio, por culpa del mono insistente, su bestia negra, su espada de Damocles. Por ello lo mira un instante durante su discurso de finalista y no puede evitar el llanto. Llora, llora, llora desconsolado. Su gorda tirolesa le observa desde el palco y no puede acudir a consolarle. Mi amooor, parece decirle con la mirada, mi pobre infante. Estoy contigo, mi amooor, estoy contigo en tu decadencia. Viviremos una vida larga y tendremos hijos y beberemos leche de vacas suizas y comeremos chocolate, lejos, muy lejos de estos hombres malos, de este mono rabioso que te ha quitado lo que es tuyo y solamente tuyo.
Publicado por José Montalvá a las 16:56
1 comentarios
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20090131
Sí, pero, ¿quién se folla a Ana Ivanovic?
http://tinyurl.com/bbpd35
Hace tiempo vi jugar por primera vez en la tele a nuestro héroe cotidiano Fernando Verdasco; esa especie de Juan Naide a la española. Eran los cuartos de final o las semifinales de un torneo de no mucha importancia sobre hierba....